Las promesas de Año Nuevo

El día de Navidad las calles estaban atestadas de los últimos compradores de regalos y de un sin fin de alcoholizados muchachos, en su mayoría veinteañeros, pero a pesar de lo que pensaba, fue Andrés quien me movió a ir a estos sitios, donde lo normal era ver a gente sentada en los bordillos de las calzadas con platos de plástico blancos llenos de comida que te obsequiaban con cada cerveza y que atraía en masa a las gentes de nuestra ciudad.
De camino hasta el centro de todo esto estuvo muy callado, pero una vez nos apeamos del autobús comenzó a sonreír nada más encontrarse con la primera persona que conocía. Dos besos y un achuchón para una chica joven y su amiga, a esta última sólo la despidió con un saludo en el brazo. Seguía caminando pero veía que las chicas se quedaban mirándole cuando se iba, hablaban entre ellas, pero el no hizo comentario alguno. A uno tras otro iba saludando y no paraba demasiado tiempo, el hecho es que solamente eran ellas las que se quedaban estáticas. A una de ellas sí conseguí escuchar porque era casi un reclamo lo que le hizo a Andrés, "¿a qué viene eso?" -dijo la chica,.- y el seguía caminado y buscando ojos conocidos a los que acercarse como político en precampaña. Ya entendí que sólo quiso venir a ver a gente y decir cosas a las personas que conocía.
Nos apoyamos en una pequeña barra de metal, donde menos embriagados de Navidad había, y tras echar un vistazo alrededor se giró y pidió dos cervezas, ya no se volvió más que cuando nos fuimos. "Creo que vale por hoy" -dijo con una leve mueca de sonrisa-. "¿Qué cojones les has dicho?, porque sólo ellas se quedaban mirándote, incluso ha habido una chica que te ha gritado que..", "también se lo he dicho a ellos" -respondió-, "pero a ellos les da igual, o pensarán que les estaba felicitando las pascuas o algo así". Aunque yo sólo le acompañaba también me veían, lo que me incomodaba bastante y debía saber por qué, ahora ya nos miraban así a los dos. Pero antes de que le llegase a formular la primera palabra me aclaró, "les he pedido perdón. A todos". A lo que respondí que me contase que había hecho a tanta gente, a qué de debía ese arrepentimiento general que ni siquiera nadie entendía. Bebió la cerveza de un trago, sería el frío de ésta la que le hizo pronunciar la siguiente frase en un tono un poco duro, y el gas lo que humedeció sus ojos, "Yo no les he hecho nada amigo, a algunos de ellos les conozco, a otros sólo un poco, y hay a quien ni eso, pero, tal vez en el nuevo año, o quizás más adelante los vuelva a encontrar, y no me darán un minuto para pedirles perdón, te lo aseguro".
Me llevé mi cerveza porque Andrés salió al encuentro de alguien a quien debía conocer, ya que gritó su nombre y retumbó mi oído.
Nos conocemos desde hace mucho tiempo y aunque sus palabras sonasen duras no tenía por qué preocuparme, Andrés no es de esos tipos, pero en cambio sabía que no había nada de falso en todo aquello, ahora sólo debía saber a qué se refería, porque ya estamos al mes siguiente y quiero saber de qué se trata.

Caimán, Rey de su lugar

En la penúltima página de un País que había arrugado en mi asiento del metro circular, que me llevaba a casa de Andrés, rezaban las palabras de un columnista algo enfadado, o metafórico, pero sencillo y directo, parecía un grito a alguien del que estaba seguro lo leería. "...Será que quizá me hayas visto fuera de mi hábitat, y no sea ahí el primero pero, cae en el río, ahí se acaba tu historia. Esto está turbio y reconozco que no es un sitio apropiado para las que se vendían princesas, pero después de conocerte a fondo no hallarás lugar más justo. Sólo se ven los ojos a primera vista por quien merodea en la orilla en busca de agua, luego ves todo lo demás, y no te gusta tanto, pero ya estás partida por la mitad, y el buche vacío. En el río el caimán ejecuta, y es el único superviviente, bebe en otro lugar ahora que puedes...".


Este tipo lo tenía claro, se lo llevé en una página entera y mi sorpresa cuando tenía el mismo recorte bien recortado en la pared, casualidades de la Navidad.. JouJouJou

El vuelo de la redención

Encontró un lugar donde mirar al infinito, y le colgaban las piernas visto desde abajo, un abismo perfecto. Observaba desde allí todos los fallos de una vida que creía ya casi acabada, y no llevaba recorrido ni un tercio de lo que prometía ser una carrera de promesa.
Abajo le esperaban cada sueño lleno de colores, juegos y juguetes, los golpes.. los errores.
No llegaba a lo que de pequeño, hace un rato tan sólo, había prometido. Dónde estaba el dominio y lo correcto, dónde la palabra y su fidelidad, cuándo no se percató en el camino y su división, con qué estaría entretenido en ese momento.
Pensó arrojarse desde su posición, si aquellos que le esperaban abajo querían realmente pararle lo harían evitando el golpe.
Se puso en pié, acabaría con su vida de una caída certera a la roca que le esperaba, ó querrían pararle. Creyó haber traicionado todo en lo que puso intención de no hacerlo, y haber pasado por ello demasiadas veces. Los años que pasaron machacaron sus buenas maneras y dividieron su alma. Él era su problema, y mientras se ponía en pié adivinaba el final que le esperaba a su llegada al suelo. Sin creencia ni fe fue cayendo, presumiendo de vuelo, pidiendo perdón en susurro, lamentando un error que se llevó con él, culpando al cielo con una mirada que sólo un día dedicó, cayó, tiñendo la roca, y una última mirada sirvió para contemplar como todos los de abajo confirmaban su previsión, todos en estampida, todos los que sonreían al verle arriba se retiraron una vez abajo.
Y fue el único modo de redención que se le ocurrió. Dejó todos sus pecados, acertijos y demás arcanos a los que nunca dio ni daría solución. Todo sin dar un abrazo, ni unas letras escritas de despedida, porque nadie lo pidió en voz alta.

La máscara de gas

Un día se presentó en mi casa Andrés con una máscara como de la Segunda Guerra Mundial o así, que me dio un susto el muy cabrón que se estuvo riendo un verano entero, porque en mi casa se duerme en esas fechas con la puerta abierta del patio y se coló en el salón, y con mi madre como cómplice se pegó a mi cara y me tocó la pierna. Se me cayeron las gafas al suelo y me entró hipo. Los dos se rieron, a mi madre se la seguía oyendo por el pasillo.
Me quedé mirando, esperando la explicación al numerito. Respiraba y empañaba la máscara, veía sus ojos a través del cristal ora sí, ora no. "Ya se qué es lo que pasa",-dijo mi amigo el de la máscara- "vamos a la calle porque tu necesitas otra como esta". -Claro está no me moví del salón, ni el tampoco-.
"Después de ver a la gente, la forma de comportarse ante sus parejas, cuando hablan cuando son tres y quieren mostrarse mejores, más sinceros, más profundos". -Cogí un cuenco con palomitas, estaban rancias porque sobraron de la noche anterior pero quería que viese que se enrollaba bastante. No le importó, así que escupí las palomitas blandas y continuó-. "Hay creo, una especie de hecho, que está en todas esas miradas, comportamientos, actos voluntarios, algo, que esquiva el camino natural de las cosas, un gusto cobarde y consciente de la persona por terminar con las cosas y las historias que apenas comienzan a crearse, un aborto en la ilusión del otro, un miedo, a ser participes de felicidad y verlo. Y siempre ha sido igual, unas veces lo provocamos, otras toca verlo de cerca, pero no podemos cambiarlo. Por eso lo quiero ver como un virus, ambiental, -esto le hizo gracia, se quitó la máscara porque al reír le resultaba incómodo-, ambiental porque viaja rápido y al que más y al que menos le ha hecho efecto ya. -Me colocó la máscara arrugándome las orejas y siguió-. Yo, doctor ´Virus Causa´, he aprendido la lección por infección, te entrego a ti, caballero de la palomita rancia, esta máscara salvadora con la que espero seas el primer humano al que el virus no le afecte, y puedas en un futuro,. ¿eres tonto ó qué te pasa hoy?, -le reproché mientras me levantaba la máscara- Y puedas en un futuro.. -siguió- comenzar una nueva raza de amigos sin contaminar. -terminó con un golpecito en el morro del artilugio que me enfureció más si cabe, pero es verdad que su tontería de esa tarde nos animó a los dos, y luego me contó las mismas batallitas que su abuelo le contaba de la procedencia de la máscara de gas-.

Donde nos dijeron digo...

"Y tus padres se decían "déjale", y tu seguías jugando con algo peligroso o asqueroso triunfante de haberte salido con la tuya. Era una tregua tan solo.
Sabían bien lo que encontraríamos después. Los juegos son muy diferentes, las realidad parece tan distinta a lo que nos prometieron que no tenemos la sensación de estar en el mismo sitio que entonces. Desubicados. Si ibas por donde no debías te caías, y tenías un chandal roto y un rasguño en la rodilla. Todos los amigos eran promesas del fútbol y doctoradas en modelos profesionales. Pero luego tienes voz dura, algo de pelo en la cara, y tus compañeros de juego resultan ser, futbolistas frustrados y por otro lado, excelentes cirujanas profesionales, que pueden hacerte un rasguño sin dejar huella en tu chandal, ni herida las rodillas"
Amigo,.-me dice- ahora tengo dos motocicletas, una que me compré, y otra que me vendieron. Y entre risas nos metimos en el coche

lo que ponía en el papel

grande, Pequeño. Justo traidor, injusto. Ajusticiado. Insolente, práctico. Sencillo aprendiz, maestro de cosas que no existen, ¿entonces?. Prestidigitador. Sincero, tramposo, infante farsante. Traicionado. Blanco. Lógico. Irredento. Huidizo. Arrepentido. Escapista capturado. Vendido. Envidiado. Reclamado, apartado. Humillado, humillante. Negro. Ingenuo. Decepcionado al cuadrado. Comprometido en su causa. Extremista, conformista. Pirata de interior. Idiota.

según la circunstancia.

Adivinaba que se lo preguntaría alguna vez, y así me lo ahorré

donde no hay no mata

Al pasar los años pensaba que todo estaba olvidado. Pensaba que no había quien mereciese un recuerdo o lágrima a su favor, en el Oeste los recuerdos duraban lo que dura un vaso de licor en la barra del bar.
Esa noche era su noche, era un presentimiento, pero no su final. Le temían y respetaban, se decía que nadie podría tirarle al suelo jamás ni con todas las balas que hubiese en aquella ciudad ni vecinas.
Tal día como otro cualquiera, fiel a su mismo abrigo sin el cual no le reconocerían, miró a su alrededor viendo lo mismo. Nadie le brindó un saludo en su paseo hasta el fondo de la barra, ni siquiera el camarero, que le atendía cada noche como si de un desconocido se tratase. Aún así levantaba silenciosas pasiones, envidias, y el las buscó durante largo tiempo. El abandono le hizo echarlas de menos. Culpable para quien no tenía oídos para una posible aclaración.
Llevaba siempre unas cuantas monedas en el bolsillo de su abrigo, y algo en el bolsillo izquierdo que aunque tocaba antes de pagar, nunca enseñó su contenido. Aquel señor de detrás de la barra no dejaba de adivinar sin sorpresa cada movimiento y escasa palabra que este viejo borracho haría y diría.
En la puerta del local una vieja gramola reproducía música de acordeón. Una mano acortó el final. Todas las sillas de los allí apostados giraron casi al unísono hacía la puerta. Todos giraron menos él. Aquel forastero sacó su arma y apuntó, nadie dijo palabra.
Con lentitud pero decidido fue poco a poco acercándose hacía quien comenzaba a girarse en el fondo de la barra. Saludó con una mano en su sombrero y no soltaba el tequila con la otra. Dejó entrever, abriendo su camisa, lo que en su piel acariciaba en cada tocada de bolsillo, y su sonrisa enmudeció los pasos de su verdugo.
Su asesino no terminó de acercarse a su víctima, parecía esperarle. Un certero disparo a la parte ya marcada como una diana no falló. El sudor y su olor se mezclaron con su miedo, pero no vieron su sangre.
El cazador, con el rostro descubierto salió tranquilo por donde hubo venido. Aquel viejo borracho no llegó nunca a caer, incluso esa vez, y siguió tomando, y esperando.

La fábula del escorpión y la hormiga

Las demás hormigas habían cruzado ya hasta la otra orilla, a través de un viejo y estrecho tronco caído de un lado al otro del río. La última de los pequeños insectos solía ir retrasada siempre del resto del grupo, y vio como antes de poner la primera de sus patas en el tronco este cedió, siguiendo sin pausa la dirección de las demás ramas y hojas secas sobre el agua.
El grupo del otro lado quedó mudo, al igual que la hormiga, solitaria ahora. Se dispusieron a pensar soluciones rápidas para recuperar a su amiga, mientras mandaban a la orilla contraria voces tranquilizadoras de ánimo. Complaciente esbozaba alguna sonrisa, pero los nervios se hacían evidentes en su rostro.
Seguían las hormigas reunidas buscando el remedio que las reuniese de nuevo, cuando un aguerrido escorpión que observaba de lejos en la superficie del río, decidió acercarse a la pequeña, ofreciendo generosamente su ayuda. -"Ya he visto lo que ha sucedido, no temas, puedo ayudarte a cruzar si así lo deseas"-. La hormiga, un tanto asustada, miró a sus compañeras que seguían al otro lado, ahora observando la situación con algo de inseguridad, no se fiaban del violento animal, aunque vieran nobles sus intenciones.
Seguía mirando la hormiguita a sus amigas, las que no daban su consentimiento por un temor evidente. Indecisa, decidió preguntar al animal por sus intenciones al ayudarla. A lo que este aclaró -"Entiendo pequeña, tu miedo a montar en mi lomo, y no creas que no pensaría de igual modo si fuese una de tus amigas. Intentan protegerte, no confían en mi naturaleza, pero piensa esto, si una vez subida en mi espalda decidiese clavarte mi aguijón yo moriría también contigo, ¿no es cierto?-". Ante esto tanto la hormiga, como el grupo que la esperaba al otro lado no pudieron contestar, y aunque no les gustaba la idea no veían otra solución. -"De acuerdo escorpión, tienes razón, confío en ti, no tendría ningún sentido que me hicieses daño"-. Y así fue como la pequeña hormiga subió a lomos de su barquero particular, situándose justo en el centro su espalda, y agarrándose con fuerza para no zigzaguear demasiado comenzaron el pequeño viaje.
Algunas de las hormigas, viendo que el camino transcurría con normalidad, prosiguieron el camino, otras decidieron esperarla. Justo en la mitad del trayecto un sonido seco, cual partir de una vara caduca, hizo eco sordo en las demás hormigas, que se quedaron inmóviles al contemplar aquello. El escorpión había atravesado con su aguijón el corazón de la pequeña, llegando también la punta hasta el del propio animal. -"Pero,.no entiendo, también tu morirás"-, -"lo sé, y lo siento,. pero es que yo no puedo dejar de ser escorpión-".

El hilo de voz se diluyó casi al unísono, y ante la gélida mirada de sus solitarias compañeras, ambos, siguieron la misma dirección tomada minutos antes por el tronco, río abajo.

El niño con la cabeza de calabaza

Siempre que el niño con cabeza de calabaza caminaba rara vez miraba al suelo, de ahí las heridas en las rodillas. Miraba a los pájaros, miraba las aspas de los molinos, miraba cualquier cosa, menos al suelo, y tal vez lo más importante estaba ahí, pero se daría cuenta tarde, muy tarde.
Al igual que una sombra cuando el Sol está delante, aquello estaba siempre tras el. Era aquello que le cuidaba las lazadas de sus zapatos naranjas, como su cabeza de calabaza, para que el niño con cabeza de calabaza no tuviera que preocuparse de que sus pies tropezaran y se encontrara con lo que descuidó siempre, el suelo.
Tenía la estúpida idea de caminar hasta llegar a la Luna, creía en poder alcanzarla de un buen paseo nocturno. Quién podría llegar hasta allí si no él, se sabía diferente, y lo era. Cada noche caminaba un poco más, y cada vez más lejos, pero incluso con el reflejo de aquello que era su objetivo, lo que nunca le abandonó no dejaba de vigilarle cada paso, quizá nunca creyó, al igual que el resto, en el fin de su viaje, pero tenía la misma fe que el niño de la cabeza de calabaza, o al menos así caminarían juntos.
Una noche, levantándose de entre las hojas donde decidió la noche antes dar descanso a su caminata de horas, advirtió que había perdido ya su casa, que no podría volver. Se miró las manos entonces, eran de color diferente a las de los demás niños que seguían jugando en el patio de cualquier sitio. Acariciando su cabeza pensó, -"es naranja, ninguna cabeza es como la mía"-. Apretó los puños y miró a la Luna, -"te alcanzaré"-, y la diferencia vio que le daba fuerza para seguir su camino, nunca dudó de sí mismo.
Fue un día que atravesando un paso lleno de insectos y demás seres que le parecían repugnantes fue sorprendido por el ruido de una enorme lechuza, a la que le preguntó si quería ser su compañera de camino, que tendría para ella un sitio allá donde iba, la lechuza partió hacia lo alto del cielo. El niño con la cabeza de color naranja se enfadó por tal desprecio, pero sonrió, pensando que la lechuza había tomado la decisión errónea y si tenía la oportunidad se lo demostraría para su propio regocijo, y siguió caminando. Poco más adelante encontró un par de ardillas, se peleaban en la base de un árbol por llevarse a su boca un resto de nuez desgastada. El niño con cabeza de calabaza se arrodilló, y mirando al cielo como quien habla con un tercer dialogante les dijo -"tengo pensado llegar a la Luna, si me acompañáis.."- antes de terminar la frase se percató que se habían perdido entre la espesa maleza del bosque. Esto le enfadó, no recordaba haberse nunca encolerizado tanto. Maldijo mil veces al interior del bosque, gritó tan fuerte que Nadie le hacía falta, que en su último alarido se hizo un enorme silencio en el bosque, incluso se notó más ligero, por lo que entendió que era el momento de llegar. Esta vez sí.
Pero sus pies no dieron dos pasos sin perder el equilibrio, se cayó en repetidas ocasiones, sus rodillas y sus manos sangraban, tenía miedo, se sintió solo y la Luna parecía ahora mofarse de su estado y su torpeza. En un último intento cayó. Su cabeza de calabaza se abrió como tal al caer sobre una piedra que parecía haber sido puesta allí con la más firme intención de ser lápida y fin de las esperanzas del muchacho.
Los trozos de su anaranjada cabeza se fundieron rápido con el polvo oscuro y los minúsculos animales del camino. Sobre aquella piedra no tardó en posar una lechuza, y con ella, las pequeñas ardillas que decidieron posponer su disputa por la desgastada nuez, y un sin fin de animales más que habían sido despreciados compañeros de viaje del niño con cabeza de calabaza, y se retiraron, cada uno por donde habían venido, en silencio.

Quién podría llegar hasta allí si no él, se sabía diferente, y lo era.


De piratas sin tesoro

Estuve en un barco, que navegaba más las noches que los días, y alguna vez naufragó, pero salí bien parado, no así algunos miembros de la tripulación. Menuda gente.
Tuve amigos y otros conocidos piratas de los que no guardo malos recuerdos, ni buenos tampoco. A destacar una gata que subió a bordo de improviso, llamaba la atención sus largas pestañas. Nadie se percató de su presencia. Como buena felina era sigilosa, pero por la noche su llanto no me dejaba conciliar el sueño aunque nunca le vi llorar. Alguna vez traté de acercarme, era entonces cuando mostraba un lado amable, no huía, pero tampoco se fiaba, quizá no le interesaba hacerlo. Fue cuando entendí la incompatibilidad entre las razas animales. ¿Amigos felinos y piratas? sólo muy de vez en cuando, y eso que tienen más en común que muchos hombres con los hombres.
Una noche, el insomnio y la certeza de encontrar a aquel felino en cubierta me hicieron salir al encuentro, no sin antes proveerme de todo lo que sabía podía necesitar y disponía en mi camarote.
Como un muestrario de enseres y alimentos coloqué delante del animal todas mis posesiones que ahora quería regalar. Con y sin Ron supe leer cada contracción en sus pupilas. No necesitaba nada de eso, no gritaba un lamento por lo material. Su necesidad era tal vez...
Entendí que lo mejor sería regresarme, y como caridad me regaló una imagen, una herida abierta atrás en su costado, no era algo que se hubiese hecho en aquel barco, fue en tierra, lejos de allí.
Entre los enseres dispuestos no había objeto para su cura, no llevé alivio para ello, ni tenía intención de buscarlo, también mis pies me dolían. Entonces retirada, que no victoria.
Tampoco conseguiría mucho si preguntaba a Andrés cuánto de esa historia fue así, así que le pedí que me contará otra más, la última antes de irnos a dormir.

La vuelta

A ver que traía, a ver si aparecía con mejor cara que cuando se fue. Eso era lo que pensaba allí sentado.
A lo lejos vi una cabeza que sobresalía por encima de la mayoría, ya empezaba a sonreír, me había visto antes de bajar del tren y venía directo hacía mi. Frente a frente un corto silencio. "Estás echo una pena cabrón",
el contestó, "Infantilmente mejor si mientes". Metió la mano en el bolsillo de su chaqueta, sacó una hoja de papel y me la dio.
"Para que no preguntes más". Me daba igual lo que hubiera escrito, ya había vuelto. "¿Dónde me invitas a cenar?" y nos fuimos de allí.

Punto y seguido

Por más que mi amigo me hable, y quiera que yo sepa de sus pesares, y si quisiera leer esto algún día vería que una conversación no nos servirá de nada, no puedo hacer más por él aunque no deje de escucharle, y será el tiempo quien haga de lo que hoy es una enfermedad un recuerdo triste y alegre por haber pasado de largo., pero el futuro será peor, eso parece, y el empieza a darse cuenta de ello.
Debemos cambiarnos las lentes, ver la situación de otra manera, y coger con fuerza el escudo, porque lo que viene viene de frente y no debe pasarnos por encima.
Me voy con él un tiempo, espero que nos haga bien.

de repente lo malo estará por llegar

Estaba enfermo. Le aconsejaron que se fuera unos días lejos de la ciudad, aprovechando la época estival le obligaron, pero seguía estando enfermo allá. Unos días más tarde, sabiendo que la distancia no curaría su mal regresó.
Pasaron varios meses, y volvió. Aún seguía ten,..
Andrés de repente vio que todo lo que me contaba, todo lo que escribía y describía de su mal estado no era tan duro como un segundo de verdaderas malas noticias . Las desgracias vienen de la mano y con prisa por aparecer, debía aprender a sobreponerse de un resfriado mal curado, porque el pesar real está por llegar.
Dios no pudo con Eva, es por eso que ha dimitido

sobre lo que Dios entendió por amor

Estando Dios en el Paraíso y tras contemplar aquel terrible pecado, señaló a la pareja de pecadores el espacio que debían ocupar. Lejos estaba tal paraje de aquel que disfrutaban antes de acometer el sacrilegio. "No es justo que por haberse precipitado Eva en su impulso más carnal prejuzgue al resto de los mortales,.qué hacer,." Ocurriósele entonces que debía dar la oportunidad a quien merezca realmente un paraíso, las parejas futuras debían descubrir una especie de ciencia intangible no escrita ni imaginada, sólo hallada por aquellos que fuesen capaz de amar sin condición, desmarcándose así del pecado original, y demostrando ante el creador una pura e inconfundible forma de amar. "Habrá quien sea feliz con su cónyuge, existirá quien no desee nada más que vivir para siempre uno al lado del otro, pero no será suficiente, los miedos, la edad, la enfermedad pueden enturbiar el verdadero sentimiento, éstos decido, estarán sometidos a las desdichas del mundo de las tentaciones y el placer. Sin embargo, habrá quien descubra un paraje inhóspito e inigualable, donde dos personas sin hablar se amen lo suficiente para que, de sus ojos broten lágrimas de alegría y no haya sitio para las palabras, serán entonces éstos los que estén lejos de los demás, los que se distingan por encima de todos, serán los que hayan encontrado la fórmula secreta".
Pasaron los días, pero el creador se mostraba inquieto, dubitaba, algo no paraba de dar vueltas en su cabeza, debía contar, pensó, con la ligera posibilidad de que la sangre de Eva se hubiese ya extendido y transmitido a las generaciones venideras y con ella su pecado.

La teoría del caos puede ejercer su dominio en un ínfimo porcentaje que no es siquiera censurable a la voluntad de Dios ni su plan. Juró no darse por vencido hasta dar con la solución, aunque de momento bajó los hombros, entendiendo que no estaba en sus manos, sino en las de quien cambió sus planes de existencia para el hombre y la mujer, la mujer.
Aún así, hay quien cree firmemente haber encontrado ese momento que los convirtió en seres distintos, y se equivocaron, pero hay también quien buscó dunas más altas desde donde contemplar más cerca el cielo., y ahora se hallan vagando el desierto, cabe pensar que también lo hicieron.

circo cuadrado

Su habitación ya no se parecía a la que una vez se convirtió en un improvisado circo cuadrado, donde las estrellas se abrazaban en la pista para inmortalizar aquel sorprendente momento ante un ojo digital. Danzaban entonces la fantasía, el teatro, y la ilusión, como dijo uno de los payasos en aquel instante. Dejó en el suelo una caja, sacó del fondo de ésta una fotografía, y aún arrodillado me confesó,. -"Nadie podrá conseguir mi cara de sorpresa, ni a nadie dibujaré constelaciones en el cielo de un hotel, ni sus lágrimas agradecerán el esfuerzo por hacerla feliz,. porque no existirá nadie que sólo tenga la intención de contemplar ese momento"-.

Le ayudé a terminar de guardar los objetos pares y algunas fotografías de los estantes. No veo mejoría en su forma de ver el final de las cosas, vuelve una y otra vez a recordar situaciones donde según dice era feliz, le observo mientras recoge recuerdos y sonríe, como si no quisiera saber por qué hacemos esto, como si sólo fuera un traslado de habitación. En ocasiones sonríe sin medida, pensando quizás en una falsa ilusión, que el traslado será con ella.

reflexiones oníricas

-"Estaba en un edificio muy alto, el suelo empezaba a resquebrajarse, pero por algún motivo seguía subiendo por unas escaleras de caracol que caían a cada paso, sólo podía subir.
Tras una esquina de la azotea una pareja, les uní las cabezas a golpes con mis manos hasta que sus cuerpos se derrumbaron. Sin miedo a haber cometido error alguno contemplé el resultado, pero mis manos estaban limpias. Me desperté, algo terrible había tenido que ocurrir durante mi ensoñación, me costó un par de días saber"-.
Nunca tuve dudas de lo que le venía a la cabeza mientras Andrés dormía, este era diferente por su dureza, pero aún así no quise preguntar por qué, sé que me lo diría.

el día del bar y del columpio

Tuvimos que salir del bar, la música estaba demasiado alta y la tasa de alcohol empezaba a estar al mismo nivel que la música. Empezamos a caminar y pronto nos dimos cuenta que mejor sería apoyarnos el uno en el otro, nos reímos sin motivo hasta que perdimos de vista el bar de donde habíamos partido. Pronto se detuvo, tardé unos segundos en ver que ahora yo caminaba solo y seguía riendo, cuando me percaté di la vuelta y miré a Andrés, estaba clavado, con los pies fijos frente a un columpio al que le faltaba su asiento gemelo. Parecía como si algo le hubiese hecho perder cada gota de alcohol de golpe. -"¿no me vas a decir nada más?"- dijo mirando al suelo, no entendía que quería que le dijera, pronto me acerqué a él y el monólogo seguía, ahora mirando al columpio, me dí cuenta que no hablaba conmigo, se trataba de ecos del pasado que volvían a su memoria -"esas fueron sus palabras, las que me hicieron darme cuenta mientras la miraba balancearse hacia atrás y hacia delante, de lo importante que sería en mi vida esa chica con grandes ojos y oscuros como su pelo, no supe que contestar, sabía que ella buscaba mi primer paso hacia formalizar nuestros encuentros como simples amigos"-.
-"Vámonos, tengo frío"- le dije a Andrés, en una calurosa noche de verano mis intenciones de no verle recordar quedaban claras, siguió hablando como si no estuviera allí.
-"Balbuceé, tragué saliva, metí mis manos en los bolsillos, y miré al suelo, como los niños cuando les regaña el profesor en el patio del colegio y reconocen así su culpa. Mirando al suelo entraron en plano sus pies, ahora ya estaba frente a mí, ¿sabes? ", qué podía hacer"-.
Le miré, esperando saber más, sin querer preguntar, sé que deseaba recordar ese momento y mi voz sería algo extraño en su relato. -"Bueno, yo pensé que estando tan cerca me besaría, pero cuando se acercó a mí, mi boca encontró casi su oreja"- Reímos a carcajadas por unos segundos, -"me equivoqué de intenciones, pero su abrazo significó más aún. Me dijo al oído, Sí quiero salir contigo, chico tímido"-.

una carta arrugada

Llevaba así ya algún tiempo cuando entré en su casa, recibí su mensaje tarde y acudí lo más rápido que pude. Aguardaba en posición fetal en un rincón de la habitación, sin embargo su semblante no era de alguien que estuviese desesperado, o eso me pareció. Se incorporó con una leve sonrisa cuando me vio entrar, -"si me estuviese muriendo ya lo habría hecho" sonrió otra vez y me abrazó.

Después de darme las gracias por acudir a su llamada, se dirigió hacia su mesita de noche, sacando una hoja de papel arrugada color veige, como si hubiese sido apretada con fuerzas una y otra vez. -"¿qué es ésto?"-, no me dio tiempo a ojearlo cuando me la quitó de las manos, -"no importa, luego la podrás leer"

lo que me cuenta mi amigo yo voy y lo escribo

..Deseo que los animales del bosque acaben de una vez con las migas de pan, no quiero encontrar el camino de vuelta esta vez.. - Así empezó a hablarme este amigo que por ponerle nombre llamaremos Andrés, que no corresponde a nadie que conozca.
Le vi aflijido, y no se me ocurría modo alguno de hacerle ver que su problema no es mayor que el menor de los problemas, y que si lo pensaba una vez más se daría cuenta que las opciones que se le presentaban ahora que era libre eran infinitas, pero no hubo si quiera respuesta. Su cabeza seguía baja, y susurró, que su libertad no era otra que estar a su lado.
Ante ésto sólo pude callar. Salimos de la habitación