Es muss sein!

Fue aquel papel arrugado que un día me dio y rápido me quitó de mis manos lo que conduciría su futuro. Ojalá hubiese sido más rápido, debí haber insistido, para no estar ahora llorando frente a dos ojos que ya no me miran.
Su fin estaba datado. Cómo asusta pensar en alguien que juega con su vida y define su muerte en parámetros tan precisos. Fui amigo de ese alguien, en ocasiones yo mismo, fue mi ejemplo y mi alter ego, mi rival y mi enemigo.
Y ahora no queda nada, no más que unos extraños que me rodean con brazos inertes, con huecos consuelos, y un fino y frío hilo de acero asesino entre mis dedos, el último atuendo de mi amigo que dio muerte a su cuello.
Vivió demasiado tiempo sin latidos, demasiado.
Doctorado en batallas infinitas y luchas contra el viento que le hicieron fallecer en tantas ocasiones y levantar la frente en otras cuantas.
Quien no es de este mundo no desea estar en este mundo, y así hizo. Ese es mi consuelo.
Hasta la vista Andrés. Ya te echo de menos.

El tiempo de cada cosa

Un día, cuando tenía siete años, su madre le preparó el mismo bocadillo con la misma mantequilla que desde hacía algunos años, siempre lo mismo para desayunar y esto era de su agrado. A diferencia de los demás días, este coincidía con el día de Reyes. El chico nervioso no comió esa mañana el pan untado deseoso de abrir el regalo, a lo que su madre le advirtió que mientras no comiera el pan no abriría el regalo. El pequeño no entendía bien, porque podría hacerlo después igualmente y todo sería como todos los días, pero algo entendió como que no debía ser así. Su madre, consciente de que el joven acabaría aceptando, guardó el regalo y el pan, envuelto este en papel celofán en un armario. Pero el chico optó por no comerlo, era su decisión. Así, pasaron los días, los meses, los años.
Pasaron en total treinta.
Una mañana, en una comida familiar típica de cada domingo su madre contó la historia al hijo del chico, ahora crecido, de cómo un día su padre no quiso comer aquel pan hecho por ella. Sonrió este, viniendo a su memoria aquel instante, -¿lo tienes aún?-, a lo que su madre contestó que por supuesto. Y entre bromas preguntó de nuevo -¿y por qué no me lo das?, el pan habrá caducado-. Su madre entonces se levantó de la mesa, y con el gesto y maña de antaño cortó y preparó una buena rebanada con la mantequilla, esta ahora parecía más pequeña para él, y sin mencionar palabra s la comió en un abrir y cerrar de ojos. -Mi regalo!- pidió. Y su madre presta salió de la habitación para regresar con aquel paquete. Aquel hombre rompió el envoltorio con alegría recuperada, regresando así tantos años atrás, sacó el juguete, era una locomotora de madera, con un conjunto de vías circulares, pero aquel juguete no le causó la menor ilusión, ya no.

el instructor de Andrés

...y una vez que te reconoces perdido no ves tan terrible tener que buscar entre papeles algún recuerdo que te haga ver que no fuiste siempre de este modo, pero resulta jodidamente difícil distinguir la condescendencia del amigo, -trago de whisky de este desconocido vejestorio que no conozco-. Has vagado y divagado por las calles con ojos de búsqueda insegura y te has cruzado con miradas tangentes y esquivas. Ahora que te han derribado con tan malas artes no podrán repetirlo jamás, y aunque dices que te gustaría, la realidad es que no puedes ofrecer ya la mano a quien te apartó la suya y miró por un momento hacia otro lado, no es de recibo, la cosa está hecha amigo, ya sé que no es tu deseo pero créeme que ahora espera el olvido, esa será gran batalla y debes hacerlo bien si no quieres ser más fuerte golpeado. ¿Has pedido ya perdón?
Sí, ya lo hice.
Estupendo, entonces a está ronda estás invitado. -metió su mano en el bolsillo rasgado a cuadros de su camisa y extendió contando las monedas sobre la barra de aquel salón-

Las promesas de Año Nuevo

El día de Navidad las calles estaban atestadas de los últimos compradores de regalos y de un sin fin de alcoholizados muchachos, en su mayoría veinteañeros, pero a pesar de lo que pensaba, fue Andrés quien me movió a ir a estos sitios, donde lo normal era ver a gente sentada en los bordillos de las calzadas con platos de plástico blancos llenos de comida que te obsequiaban con cada cerveza y que atraía en masa a las gentes de nuestra ciudad.
De camino hasta el centro de todo esto estuvo muy callado, pero una vez nos apeamos del autobús comenzó a sonreír nada más encontrarse con la primera persona que conocía. Dos besos y un achuchón para una chica joven y su amiga, a esta última sólo la despidió con un saludo en el brazo. Seguía caminando pero veía que las chicas se quedaban mirándole cuando se iba, hablaban entre ellas, pero el no hizo comentario alguno. A uno tras otro iba saludando y no paraba demasiado tiempo, el hecho es que solamente eran ellas las que se quedaban estáticas. A una de ellas sí conseguí escuchar porque era casi un reclamo lo que le hizo a Andrés, "¿a qué viene eso?" -dijo la chica,.- y el seguía caminado y buscando ojos conocidos a los que acercarse como político en precampaña. Ya entendí que sólo quiso venir a ver a gente y decir cosas a las personas que conocía.
Nos apoyamos en una pequeña barra de metal, donde menos embriagados de Navidad había, y tras echar un vistazo alrededor se giró y pidió dos cervezas, ya no se volvió más que cuando nos fuimos. "Creo que vale por hoy" -dijo con una leve mueca de sonrisa-. "¿Qué cojones les has dicho?, porque sólo ellas se quedaban mirándote, incluso ha habido una chica que te ha gritado que..", "también se lo he dicho a ellos" -respondió-, "pero a ellos les da igual, o pensarán que les estaba felicitando las pascuas o algo así". Aunque yo sólo le acompañaba también me veían, lo que me incomodaba bastante y debía saber por qué, ahora ya nos miraban así a los dos. Pero antes de que le llegase a formular la primera palabra me aclaró, "les he pedido perdón. A todos". A lo que respondí que me contase que había hecho a tanta gente, a qué de debía ese arrepentimiento general que ni siquiera nadie entendía. Bebió la cerveza de un trago, sería el frío de ésta la que le hizo pronunciar la siguiente frase en un tono un poco duro, y el gas lo que humedeció sus ojos, "Yo no les he hecho nada amigo, a algunos de ellos les conozco, a otros sólo un poco, y hay a quien ni eso, pero, tal vez en el nuevo año, o quizás más adelante los vuelva a encontrar, y no me darán un minuto para pedirles perdón, te lo aseguro".
Me llevé mi cerveza porque Andrés salió al encuentro de alguien a quien debía conocer, ya que gritó su nombre y retumbó mi oído.
Nos conocemos desde hace mucho tiempo y aunque sus palabras sonasen duras no tenía por qué preocuparme, Andrés no es de esos tipos, pero en cambio sabía que no había nada de falso en todo aquello, ahora sólo debía saber a qué se refería, porque ya estamos al mes siguiente y quiero saber de qué se trata.